Cuando el albor del alba acaricia las gélidas cumbres del monte Pokopaka empieza a esbozarse, en la penumbra de lo que nos quedó de la noche, cual intento de confrontar su tenue apariencia perfilada pugnar su espacio dentro de la exigua oscuridad del firmamento que sucumbe ante el inaugural asomo del amanecer, se escucha al hombre andino sollozar su carrizo, cual aparejo musical, en su gemebunda melodía enlazarse con el musitar del viento de la altísona. Son los Sikuris los que anuncian el musitado día al compás del bombo, en que hombres y mujeres congregados en su cima del Pokopaka dan inicio al sufrido y lento descenso, cuesta abajo, van llevando sobre sus hombros la fervorosa anda de la Santísima Cruz de Huancané.
Son los Sikuris vestidos con poncho, pantalón, almillas, ojotas y chullo de color, los actores principales en esta festividad de la Cruz de Huancané que en su conjunto interpretan melodías de corte festivo-ceremonial que echan al viento a través de la melodiosa voz de sus sikus o zampoñas compasados por la percusión de sus bombos cual expresiones propias de nuestra cultura ancestral.
Sikuris
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