lunes, 8 de octubre de 2012

Señor de Huanca Cuzco

El Señor de Huanca es la advocación del Cristo lacerado, se le venera cada catorce de setiembre en el hermoso paraje de Huanca, santuario que está ubicado sobre los  3,100 m.s.n.m. y que se encuentra emplazado en la ladera del cerro Pachatusan (vocablo quechua que quiere decir “El que sostiene el mundo”) a orilla del río Vilcanota, a 48 kilómetros de la ciudad imperial del Cusco en el distrito de San Salvador, provincia de Calca en el departamento del Cusco. Demandándole a los devotos una larga caminata de cinco a seis horas en cubrir los 48 kilómetros (45minutos y/o una hora en carro).


Se han narrado muchas leyendas sobre como Dios optó por Huanca para morar entre nosotros desde su primera aparición referida al humilde campesino Diego Quispe (1675) (quien fuera sometido a trabajo forzado en la mina de Yasos, en Chinchero), quien salió en defensa de un paisano trabajador de la mina al verlo padecer cruento castigo. El capataz español mando encerrarlo, dando orden de que al día siguiente fuera duramente castigado. Por la noche Diego escapa de sus captores logrando llegar a Huanca donde se ocultó en una especie de caverna. Pasó rezando todo el día,  ante el asedio de los españoles que iban  tras él para  capturarlo, sólo el poder divino hizo que Diego no sea encontrado, llegada la noche sin luna se dispuso a partir en la oscuridad de pronto una luz le deslumbró fuertemente era Jesucristo sangrante por los azotes recibidos que lo eligió para que sea su mensajero de su bondad y misericordia, “indicándole que había elegido aquel lugar para ser volcán de amor y manantial de perdón; Dios le dijo: ante tu pueblo y ante el párroco presentate, haz tu comunión y vuelve que yo estaré aquí. Sal al amanecer”.
Diego se quedó dormido. Al amanecer Jesucristo le habló “Diego… levántate… y ve a tu pueblo… ¡Tayta! No ha sido un sueño, estas aquí… soy tu humilde siervo… toma este obsequio tayta Dios”, una sencilla crucecita de plata le fue dejada al pie de nuestro señor, la que fuera la primera adoración al Cristo de Huanca.
Las tierras de Huanca eran propiedad de la orden religiosa de los mercedarios del Cusco, por ello Diego Quispe consideró necesario que ellos supieran lo acontecido. El Comendador de la orden religiosa aceptó su palabra y decidió que un pintor de escuela cusqueña fuera al lugar con Diego Quispe. Ya allí este le informó todos los detalles de la aparición y pintó sobre la roca viva los trazos de la figura de Cristo, que al hacerlo parecía que una mano divina lo estaba guiando para realizar la imagen del Cristo sufriente que Diego había observado.
Se cuenta que en el siglo XVIII un minero llamado Pedro Valero, quien no habitaba en el Cuzco, enfermó gravemente. La historia cuenta que nadie lograba dar con la cura de su mal hasta que un día se presentó un médico que logró salvarlo. Don Pedro muy agradecido le solicitó que le pidiera lo que él quisiese por haberlo sanado, éste le dijo que si deseaba agradecerle que fuera al Cusco al lugar llamado Huanca luego añadió que se llamaba Emanuel.
Poco tiempo después  Pedro Valero marchó al Cusco, pero los lugareños no supieron darle razón del referido médico llamado Emanuel, permaneció un tiempo en esta ciudad en su incansable búsqueda y el día en que  estaba por irse vio que unos lugareños traían buena leña, a ellos les preguntó su procedencia, le indicaron que venían de un lugar llamado Huanca. Don Pedro les pidió que le guiaran hasta allá, estos accedieron a llevarlo indicando que allí no vivía nadie. Llegó al lugar, en efecto no vio habitante alguno, recorriendo el lugar a pie descubre una piedra cubierta, que tenía la sagrada imagen de nuestro señor, al descubrirla vio en ella el rostro del médico que lo salvo de morir.
 

En Lima, la céntrica Iglesia de la Merced, ubicada a dos cuadras de la Plaza Mayor, tiene en una de sus hornacinas de la nave derecha un retablo que está consagrado a la sagrada imagen del Señor de Huanca. También entre las Iglesias de la Nazarenas y el Santuario de Santa Rosa ubicamos el Templo de San Sebastián, el cual cuenta con cuatro imágenes del Señor de Huanca, dejadas en custodia por sus fieles devotos venidos de la provincia de Cusco. Una de estas imágenes recorre la Lima cuadrada todo los catorce de setiembres, manteniéndose viva su festividad por los cusqueños residentes en  Lima.


Acompañaron el anda del Señor de Huanca una delegación folklórica  de San Jerónimo-Cusco, residentes en Lima,  con una alegre corográfica de sátira mestiza de origen republicano donde se ridiculiza al “majeño” (natural del valle de Majes – Arequipa), exagerando su aspecto facial, su vestir; representan a un personaje apuesto, rechoncho, bonachón que derrocha dinero en las fiestas populares.




Según la historia del valle de Majes, productor de caña de azúcar, sacaban el licor de caña con que abastecían de aguardiente a la ciudad del Cuzco. Los majeños se encargaban de transportarlo a caballo hacia la ciudad imperial con una recua de mulas cargadas de este elíxir libidinoso. De esta actividad comercial nació este remedo de danza majeña, donde la comparsa era liderada por un viejo majeño, el cual baila elegantemente del brazo de una simpática dama, de él  dependen otros majeños que con botella en mano propagan el licor haciendo reír a quienes los observan. Ellos son acompañados por una banda de músicos (K´aperos) que armonizan el baile con género musical de cumbia, marinera o huayno según el pueblo donde se baile. Los danzantes llevan como indumentaria un sombrero de paja, un pañolón que le cubre la cabeza, una máscara de expresión alegre y nariz alargada, camisa con corbata colorida, cinchón adornado con saco de cuero marrón (qara casaca), chalina de viaje, pantalón de montar de color caqui, botas con escuelas y en la mano su botella de aguardiente, vino o cerveza. La dama viste pollera de seda, enagua, un manto, blusa con grecas, un sombrero de paja, cubre su rostro con máscara con alegre gesto y calza botines.







Una segunda agrupación folklórica acompaña al Señor de Huanca, son los Cápac Colla que representan a los comerciantes del Altiplano que marchaban al Cusco, en tiempo de la colonia, intercambiando productos con el Potosí. Danza de gran circunspección y elegancia, caracterizado por llevar una montera engalanada de cintas multicolor con lentejuelas y pedrería fina; un pasa montaña blanca de gesto impávido que demarca con bordado negro las cejas, ojos y bigotes y de color rojo labios, fosa nasales y oídos; camisa blanca con pulóver, chalina y poncho doblado, mitones todos ellos confeccionados en lana de auquénido; cruza su pecho y espalda un cordón de lana  que sostiene nonatos de vicuña y llama, un bolso de vividos colores; pantalón negro con medias de lana blanca y zapato de minero. La dama colla esposa del caporal, lleva una blusa blanca con grecas, chalina y falda que junto a su pequeño hijo de igual presencia que su progenitor, todos juntos bailan al son de la música. Danza considerada por el INC patrimonio de la nación.


 

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