Al estar bajo el resguardo de la sombra del árbol que me cobija, no percibo las formas caprichosas de su ramaje, a no ser que el suave trinar de un pájaro, distraiga mi atención y al alzar la mirada en búsqueda de ello, es allí donde me asombro de su forma, textura y color, permitiendo dar rienda suelta a mi imaginación en busca del ángulo de toma y de la composición que armonice lo visualizado para el registro fotográfico.
Un buen ejercicio será, con el ojo puesto en el visor y el lente apropiado de los que se cuenta en el momento (para este caso use un angular), ir limpiando todo los elementos extraños que abundan en su entorno, como si tratar de entrar en ese mundo enmarañado de ramas y troncos que me cautivo, fotografiándolo como si se tratase de un árbol solitario único en su especie. Con ello abre hecho un sin número de quiebres y giros que los transeúntes del lugar comentan “que hace ese loco allí”.
Calibro la cámara y sin moverme de lo visualizo, analizo los resultados de la exposición, ya que al perder el punto de referencia de la composición, realizaría otra danza en torno al lugar, para dar con el ángulo de toma y la composición anteriormente concebida.
La respiración es otro factor importante que puede afectar la toma, al expandir y comprimir el tórax por efecto de inhalar y exhalar el aire produce un ligero vaivén en los brazos que afecta el nivel de toma de la cámara, por realizarlo a mano alzada… todo por no cargar el pesado trípode…
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