La mañana del domingo 26 de septiembre, habiendo terminado mi sacro desayuno dominical en las instalaciones del hotel donde pernocté durante mi corta estancia por la ciudad heroica de Tacna, escucho muy a lo lejos el jolgorio del público entremezclado con la tonada de una banda escolar. Asomándome, constato que se trataba del desfile escolar dominical, vuelvo sobre mis pasos para tomar mi cámara de bolsillo, por ser esta más compacta y discreta en su empleo.
En la calle se percibe el fervor patrio reflejado en la alegría del alumnado que con paso marcial, rostro impávido marcaban el paso firme ante la mirada embelesada de sus progenitores ubicados en los alrededores y de las autoridades que presencian el acto patriótico.
Con una pulcritud en su vestir, haciendo gala del uniforme institucional, van pasando los pelotones por grados con el mismo fervor y entusiasmo que caracterizó a quienes los precedieron en su paso por la parada escolar.
Hasta los más pequeños infantes, dando nuestra de su civismo y patriotismo, con coraje y valentía a su corta edad, aferran sus manitos con orgullo de ser Tacneño al estandarte institucional, no perdiendo el paso marchan de cara al sol sin amilanarse ante la mirada de los allí presentes.
Escabulléndome entre el público, compongo y capto la participación de ellos en el desfile cívico patriótico que nos debe llenar de orgullo.
Observo un hecho inusual: El doble desfile, por la pista central va el contingente escolar y en la acera en sentido contrario marcan el paso al son de la banda, los alumnos que ya desfilaron tomados de la mano de sus padres, realzando más esta festividad.
Concluido el desfile, los participantes se arremolinan en el atrio de la catedral para la foto institucional, ó posar entre ellos bajo la mirada de los transeúntes, aprovechando la ocasión para captar unas cuantas vistas más en mi cámara.
Uno debe estar siempre atento sobreponiéndose al temor de captar fotos, concentrándose en la búsqueda del encuadre compositivo en el instante preciso.
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