miércoles, 22 de enero de 2014

Danzas del Altiplano

La Diablada puneña es una de las danzas más representativa del acervo folklor altiplano puneño donde sé representa la lucha entre el bien y el mal, exhibiendo elementos de su religiosidad  autóctona y cristiana, que es ejecutada por sicu-morenos tocando huaynos compendiados en rituales ancestrales donde los anchanchus y chullchuquis conviven con los hombres en torno a la Pachamama. Tiene su origen en la Danza del Anchanchu, y es anterior a los autos sacramentales. En aymara Alajpacha es el reino superior de luz y bondad; Manqapacha es el reino de la oscuridad y lo malo y Akapacha es el reino medio donde viven los aymaras. En el Manqapacha viven anchanchus, dueños de minas, malignos y gentiles; a quienes se debe pedir permiso para explotar una mina. Leyendas relatan que el anchanchu es un humanoide pequeño, con nariz de cerdo y cuernos de becerro. En la cosmología aymara, Jesucristo es Thunupa y Supaya son demonios.
  



 


Su asociación con el culto a la Virgen de la Candelaria surge a raíz de una leyenda popular. En Puno, una leyenda narra que en 1675, cerca la mina Laikakota a una legua de la ciudad, el español José Salcedo mandó a destruir las casas de los mineros pero desistió por que vieron a la Virgen María luchando contra el diablillo de la mina. Por el fuego observado en la mina nace el culto a la Virgen de la Candelaria.






 





Parte del elenco artístico y Sikuris de la Asociación Cultural Brisas del Titicaca se hizo presente para danzarla en el frontis del Palacio Legislativo.

 
 




 
 








 



El poblador andino asumió el lenguaje de la naturaleza la que tomó de guía. El origen del Sicuri se remite a esa historia de concordancia con la naturaleza, así como del respeto y percepción por la madre tierra; cosmovisión que emerge de la historia, costumbres y creencias. En este contexto entre simbolismos y realidad encontramos a los Sikuris. El instrumento musical del Sikuri es su Siku (Zampoña) que consta de dos instrumentos individualizados: el  Ira o macho y Arka o hembra que se condicionan y complementan para su interpretación musical; el Siku se toca en pareja, y la tropa o grupo de Sikuris, viene a estar integrada de varias parejas de Iras y Arkas que se fusionan en su dualidad instrumental. En las culturas del mundo el soplo está asociado con el génesis, la energía y la magia. En el Sikuri todo eso lo encontramos, desde las cañas cogidas de la Pachamama (tierra) y convertidas en Siku (instrumento), hasta el fervoroso arrebato humano del Sikuri (músico) que al darle su aliento lo transforma en Sikuri (música); música destinada nuevamente a la pachamama, pues su función es propiciar la buena cosecha. Es el simbolismo de la vida, ciclo y eternidad; por eso cada sesión de Sikuris intuitivamente confluye en ritual, su energía trasciende lo artístico y evoluciona en espiritualidad y vigor.
 
 





 





 






 



 

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