Con un cielo color “gris panza de burro”, tal como lo describiera el pintor expresionista Víctor Humareda Gallegos, refiriéndose a los amaneceres limeños otoñales, inicio el vuelo programado a la ciudad de los Caballeros de León de Huánuco. Esta vez ubicado en una de las pocas ventanas del lado izquierdo del interior de la aeronave, la cual con tres raspones por el lado externo y con decoloración en su parte superior ha de dificultar la toma a través de ella.
Al despegar del aeropuerto Jorge Chávez, conforme se inicia el ascenso, por la ventanilla diviso que se acentúa la bruma que ha de alcanzar el techo de nubes que tapa la ciudad, provocando distorsión en determinadas áreas de mi enfoque fotográfico. El ascenso es rápido, logrando traspasar el denso colchón de nubes en escasos minutos para reencontrarnos con los rayos matinales del sol, que se filtra por la tenue bruma que han superado las nubes.
Iniciando de esta manera el vuelo por un océano de nubes que en su horizonte ha de encallar ante las cumbres borrascosas que franquea la cordillera occidental, modelando las sinuosas formas abruptas de sus cerros que le cierran el pase, refrendado por los vientos que soplan de la serranía.
Entramos por una zona con cielo despejado y con nubes a gran altura, la bruma cubre el horizonte atenuando la visión del paisaje con sus cerros verdosos a causa de las precipitaciones en la zona, pero a pesar de ello resulta fotografiable.
Iniciando el descenso nos aproximamos al valle de Huánuco, del cual diviso las zonas cultivadas que ha de empalmar con el sector urbano que se expande por la ladera de su cerro de caprichosas salientes cual retablo de andenes urbanísticos, que capturo en el raudo vuelo rumbo a la pista de aterrizaje.
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