viernes, 10 de diciembre de 2010

Carretera Jaén Cutervo

Recorrer lo agreste de nuestro territorio es toda una proeza compensada por la majestuosidad y belleza de sus paisajes que se ha de pasar en ruta de sus ecoregiones en un tiempo cronometrado para llegar, conocer, visitar y cumplir con lo programado.
Ciertas tomas se han de hacer con carro en menor marcha por tramo carrosal con transitable peligrosidad y otras, aprovechando la ineludible pausa biológica so pretexto de estirar las piernas. Esto,   por lo extenso de la jornada alcanzada entre la ciudad de Jaén y la localidad de Cutervo (en un recorrido de más de cuatro horas en camioneta pickup con la que se ha de cubrir los 280 km que los separan)
Iniciando el trayecto por un desvío en la carretera a Jaén, que ha de llevarnos a Cuyca por ceñidas quebradas que se angostan deponiendo el espacio imperioso por el que se han de discurrir río y carretera, mientras se franquea los cerros del que se ha de divisar un valle de la serranía cajamarquina enclavado en su escabrosa cordillera.




De verdosas aguas, las piscigranjas de Cuyca reciben al viajero para que deguste la exquisitez  de sus Tilapias fritas. Mientras, uno ha de levantar la mirada en contemplación de los antiquísimos farallones que la cobijan por efecto de colisión milenaria entre dichas placas tectónicas.
Momento de cavilar y especular sobre la correcta exposición que registre la tonalidad del paisaje observado, haciendo uso del dial de compensación de exposición, acorde al resultado obtenido.





Pintoresca casona, habilitada en adobe. Irrumpe la flora del paisaje, con estrecha puerta y ventanas que la resguardan de la polvorienta nube que se levanta al paso del carro en su raudo desplazamiento.


Conforme se ensancha el valle, se inicia el zigzagueante ascenso por su extensa ladera, que nos ha de trasladar a lo alto del mismo, cual natural mirador del que cautiva nuestro mirar en contemplación con el imponente paisaje. Surge el dilema de cómo graficarlo en el encuadre de la cámara en el que he de armar la composición de la toma. Para ello ubico el elemento principal sobre el que ha de girar lo demás, definiendo mi línea de horizonte y el espacio que ha de tener en la imagen compuesta.




Conforme se ha de alcanzar la cima de los cerros, el paisaje se vuelve más impactante y es allí donde se le pedirá al chofer que detenga su acelerada marcha para graficar la misma, ante el apremio del conductor por culminar su recorrido con menor número de paradas.



Conforme ascendemos a las alturas de los cerros, la flora del paisaje va cambiando, transitando por polvorientos caminos afirmados por el peso del tránsito vehicular en dicha zona y solo queda disparar cuando la composición de la misma me es agradable, ya que el frío y el cansancio se deja sentir en uno a tener que madrugar para hacer este recorrido.







El paso de un valle a otro tiene su propio encanto al cambiar la flora del lugar y el visualizar la variedad de su agricultura de la zona.







El último punto peligroso que se ha de pasar para ingresar al valle de Cutervo. Está franqueado por peligrosos abismos con desprendimiento de su cima, donde choca con las nubes que lo circundan.
















Cutervo nos recibe con sus pintorescas casitas típicas de nuestra serranía, complementada con los árboles de eucaliptos que se han aclimatado en el lugar. Conforme uno se adentra la modernidad de sus viviendas compiten con lo rustico de sus viviendas con techo a dos aguas, que han de protegerlas de la temporada de lluvia.







La iglesia matriz preside la plaza de armas de Cutervo, donde se izan el pendón bicolor acompañado por la bandera del pueblo.


Ya de regreso nos sorprende el atardecer que matiza su cumbre, en la que hago denodados esfuerzos por plasmar su colorido cielo, que va oscureciendo las laderas de los cerros que lo retiene, sacrificando detalles por el registro tonal de la escena.












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