Como Fotógrafo, a veces la profesión nos da la satisfacción de fotografiar trabajos de maestros artesanos que han sabido plasmar en sus obras todo un lenguaje propio narrativo de un acontecer cotidiano costumbrista o de sus vivencias folklóricas y que hoy son piezas de arte de gran valor para coleccionistas y museos especializados en rescatar y perdurar estas técnicas ancestrales.
Dada la fragilidad de estas obras, solo me queda el gusto de contribuir con su difusión y perdurar en la retina de los espectadores, la sencillez de su moldeado, el trabajo de manos diestras en representar un pasaje de su vida, como lenguaje silencioso, que da que hablar y que ha de perdurar para las futuras generaciones.
Para lograrlo, me vasta una pared que contraste y resalte la artesanía; de base una mesa firme donde la he de apoyar, con iluminación suave y difusa, utilizo el menor valor del ASA y con un diafragma que me de buena profundidad de campo, todo esto con cámara a mano alzada, busco la postura que me de firmeza en la toma.
En ambos caso, lo se puede decir “Pues faltando todo… todo nos alcanza.”
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