Al lugar en que nació y vivió un personaje que alcanzó la santidad se le denomina Santuario (del latín sacrarium). Hoy el recinto religioso en el que se venera la imagen o reliquia de un santo, profeta o personaje importante de la religión, o bien donde se considera que tuvo lugar un milagro o hecho singular, es centro de peregrinación y oración como es el caso de la casa en que nació Isabel Flores de Oliva, nuestra Santa Rosa de Lima y primera Santa de América, un 30 de abril de 1586, y que está ubicada en la primera cuadra de Tacna (comprende las calles de Conde de Superunda, Chanchay y Callao). Ahora convertida en un hermoso conjunto religioso con templo y monasterio (Como reseña histórica en la calle Chancay, se ubica la casa en que nació el 9 de diciembre 1579, siete años antes y vivió San Martín de Porres y a dos cuadras sobre la avenida Tacna se ubica el Santuario del Señor de los Milagros, veneración que data del terrible terremoto del 13 de noviembre de 1655 a hora 14:45, donde solo quedo en pie la pared de adobe con la venerada imagen.)
El 07 de febrero de 1669, Dn. Andrés de Vilela, Caballero de la Orden de Santiago y del Consejo de su Majestad, compró la casa, donándola luego a los religiosos del Convento con la finalidad que la convirtieran en capilla y Santuario. Los fieles por respeto a la casa y huerto en que habitó la Santa Limeña no se atrevieron a demolerla tratando perennemente de conservarla. En el año 1670 se levantó el santuario, en el entonces terreno del Hospital del Espíritu Santo, siendo la primera Iglesia dedicada a Santa Rosa aún antes de su canonización. La Iglesia que aún conserva intacto su retablo mayor.
En ésta hermosa casona se exhibe la habitación en la que pasó los años de su juventud y la habitación donde la Santa curaba a los enfermos.
Rosa en señal de penitencia ciñó su cintura con fuerte cadena de hierro, ató los extremos con un candado y para que nadie pudiera soltársela arrojó la llave en este pozo de 19 metros de profundidad de donde se sacara agua en sus mejores épocas y en él desde tiempo inmemorable los devotos han dejado caer en él manuscritos y cartas con peticiones dirigidas a la Santa.
Se puede apreciar la pequeña Ermita donde Santa Rosa cumplía largas jornadas de oración y sacrificio y donde fue visitada muchas veces por el niño Jesús. Se dice que la edificó con sus propias manos, ayudada por su hermano Fernando.
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